Atrapa los albatros, grandes aves del mar,
Que siguen, indolentes compañeros de viaje,
Al navío que surca los amargos abismos.
El poema está formado por cuatro cuartetas de versos alejandrinos, con rima encadenada (abab). Algunos críticos coinciden en señalar que el poema evoca una situación que Baudelaire vivió en su viaje a la isla Mauricio. El título del poema es emblemático, en tanto este pájaro será la figura central del poema a través de su situación el yo lírico establece un una relación de correspondencia con el poeta. El hipérbaton en el primer verso tiene el objetivo de destacar el propósito de la diversión, los marineros atrapan a los albatros sin otro motivo que la diversión, por el ocio que causa la navegación. El yo lírico destaca la grandeza del ave, su majestuosidad, su peculiaridad. Este ave es un “indolente compañero” a pesar de la actitud de los marineros, el albatros sigue acompañando, es un compañero en ese viaje de riesgos, de incertidumbre, de “amargos abismos” (sinestesia). Se refleja en esta estrofa un tema recurrente en el poeta, el tedio, el aburrimiento.
Los reyes del azur, torpes y vergonzosos,
Sus grandes alas blancas tristemente abandonan
Semejantes a remos, arrastrando a sus lados.
Los versos de la segunda estrofa desarrolla la trasformación que sufre el ave, presa de la intervención de los marineros, de la interacción con ellos. “Cuando apenas han sido dejados en cubierta” esa transformación es inmediata, “han sido dejados” se encuentra allí por la voluntad y la acción de otro. Las consecuencias son notorias, el rey del azur, se vuelve “torpe y vergonzoso”. El hipérbaton nuevamente destaca el espíritu de la acción “tristemente abandonan” la acción que realizan los marineros “por diversión” provocan tristeza en el ave. El símil muestra como las mismas alas grandes, que en el cielo lo hacen ver como un rey, en el suelo son inútiles como “remos arrastrando”
¡Qué torpe y débil es el alado viajero!
Él, antes tan hermoso, cuan cómico y cuán feo!
Uno el pico le quema acercando una pipa,
Otro rengueando imita, al cojo que volaba!
En esta estrofa se reafirma lo planteado en la estrofa anterior, se muestra al ave derrotada, rendida ante los tripulantes. El “alado viajero” (metonimia) es débil ante los marineros, está solo. Hay una antítesis entre la situación pasada (“tan hermoso”), y la actual (“cuán cómico y cuán feo”). Los versos finales de la estrofa reflejan la violencia del hombre, que no sólo violenta físicamente “el pico le quema” además lo humilla “imita”. Se reitera el cambio brusco del ave, el que antes volaba, ahora es cojo se mueve con dificultad.
El poeta es igual a este rey de las nubes
Que habita la tormenta y ríe del arquero;
Exilado en el suelo, en medio de abucheos,
Sus alas de gigante le impiden caminar.
La estrofa que cierra el poema, establece una relación simbólica entre el poeta y el albatros, transformándose en una alegoría. El poeta se compara con el albatros, que desde el cielo, en la altura el viaje de la humanidad. En el cielo ubica los ideales, lo que es imposible comprender por la humanidad ociosa e insensible. Las “grandes alas blancas” del albatros son en el poeta, la inspiración. Éstas como símbolo de espiritualidad, imaginación son grandes al igual que la imaginación que no tiene límites y blancas por su pureza. Estas cualidades vuelven al albatros un “rey de las nubes” que cuando se encuentra en el entorno que le es natural, “habita la tormenta y ríe del arquero” es poderoso, pero que exiliado en el suelo se paraliza.
El arquero, hiere, trae la muerte, los males. La tormenta es una lucha interior, que perturba, conmociona. El poeta lucha internamente para sentirse parte de la sociedad. Sin embargo, en interacción con los hombres, se siente “exiliado” ajeno, incomprendido, disminuido, humillado, por lo tanto su poesía sin recibo, es inútil.
Podemos identificar en esta composición rasgos característicos del romanticismo, como lo son la presencia de elementos naturales, en este caso el destaque del ave. También la evocación del sentimiento de soledad, de incomprensión y de otredad del artista.
También podemos reconocer elementos del simbolismo, como lo son el empleo de términos que refieren a experiencias sensoriales diferentes (empleo de la sinestesia). El uso de la metáfora, entre otros.
Fuentes consultadas:
Baudelaire, C “Las flores del Mal” Ed. Banda Oriental, Uruguay 2007. Trad y comentarios de Edmundo Gómez Pérez.
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